Sátrapa. Uno de los insultos más graves que podía llegar a proferir esa cantera lexicográfica semoviente que era el Capitán Haddock (no sé por qué digo era: es tan eterno comoEl JabatooEl Capitán Trueno) cuando perdía –muy a menudo– los estribos. Lo mejor de todo era la conmovedora insconsciencia e impropiedad con la que Haddock lanzaba sus denuestos:Bashi-Bazuk, calabacín diplomado, cretino de los Alpes. Pero sátrapa ya eran palabras mayores.
Los soberanos medos y persas de la dinastía aqueménida denominaban así a los gobernadores de las provincias de sus respectivos imperios. Sus sucesores, los reinos helenísticos que fundaron los sucesores de Alejandro Magno, la dinastía parta y la dinastía sasánida siguieron utilizando el término. Cambian las dinastías, los nombres de los que mandan, no. Nihil novum sub sole.
La palabra viene –a través, como tantas otras, primero del griego y luego del latín–…
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