Hubo un tiempo, ya lejano, en el que los hombres, especialmente los marinos, podían distinguir en pleno día al planeta Venus en el firmamento, la estrella de la mañana o lucero del alba (Morgenland) y la estrella de la tarde (Abendland). Oriente y Occidente, auténtico epítome de la vida humana concentrado en un día. Eternidad en un día.
Además de dar su nombre al viernes, Venus, la diosa del amor de los romanos, ha dado lugar a un campo semántico relacionado con el amor en sus diferentes moradas: platónicas, estelares, terrenales, venales o mercenarias, pues venus en latín significaba “amor, deseo sexual, belleza, encanto, objeto del deseo o del amor”; el origen de la palabra es una raíz indoeuropea *wen– “desear, luchar, esforzarse”. Una cita con Venus, además del título de una película de István Szabo sobre el mito de Venus y la ópera…
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