Cuando iba a la escuela, nuestro maestro comenzaba siempre las clases de la tarde con un dictado procedente de un libro a tal efecto, el libro de los dictados. Una vez que quedaban corregidas las faltas de ortografía, don Indalecio, que así se llamaba mi maestro, nos hacía leer ante la clase una o varias palabras cuyo significado habíamos consultado previamente en el diccionario en nuestras casas. Creo haber olvidado casi todas las palabras que fui llevando a la palestra salvo un puñado de ellas procedentes de unas lecturas encadenadas de algunas novelas de Emilio Salgari, concretamente El león de Damasco y El capitán Tormenta. En alguna ocasión he defendido, sin un ápice de choteo, que Salgari/Verne debería se asignatura troncal en la EGB. Perdón, creo que ahora se llama primaria.
Sigo recordando aquellas palabras porque aún me siguen pareciendo un verdadero conjuro, como el santo y seña de…
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