La actual Europa desnortada se debería fijar con atención en el espejo de la gran universidad renacentista europea; decir paneuropea sería una redundancia: si ha habido una institución europea esa fue la universidad anterior al cataclismo de la Reforma, la Contrarreforma y las guerras de religión que asolaron el continente. En aquel universo de saber y conocimiento el examen y eventual concesión del grado de doctor adoptaban el simbolismo de un matrimonio del doctorando, que siempre era un hombre, es ocioso decirlo, con la Universidad, cuya representación, como su género, era femenina. Casi una diosa, un recuerdo de la promiscuidad con la que dioses olímpicos y humanos se relacionaban en la Antigüedad Clásica. A esa ceremonia el “novio” era acompañado por dos padrinos: el tutor y el detractor. El primero, cuyo heredero es el actual director de tesis doctoral, culminaba en ese matrimonio simbólico el trabajo de años de tutela…
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