La palabra árabe kāfir podría significar literalmente “pueblerino”, si es considerada un derivado de kafr, “pueblo”, una palabra que hebreos y árabes tomaron del arameo (la lingua franca del Creciente Fértil durante siglos) kaprā, “pueblo”. El hebreo tiene una palabra análoga que es koffer o kefar.
El significado del nombre de Cafarnaúm, una localidad mencionada varias veces en las Escrituras, es precisamente “pueblo de Nahum” (Caper Nahum). Debido al tumulto descrito en el Evangelio (Marcos 1.32-33) “al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta”, ha llegado hasta nosotros una expresión ya muy poco utilizada que hace referencia al barullo o tropel ocasionado por una multitud: “aquello era un Cafarnaúm” (acentuado en la u, donde ponemos la tilde; compruebo con alegría que el ordenador reconoce la palabra).
Los kāfir (o paganos) solían estar confinados en las aldeas y en las zonas más apartadas de las vías de comunicación; el Kafiristán de los límites de la India Británica llevaba ese nombre porque para los musulmanes de Persia y de la India era una “tierra de infieles”. Resulta interesante recordar que los cristianos llamaban a los no creyentes paganos, precisamente porque éstos vivían en los pagi, las aldeas apartadas, tal vez debido a la resistencia que los campesinos ofrecían a la nueva fe cristiana, firmemente establecida en los centros urbanos.
Otra raíz semítica de la que podría derivar kāfir es k-p-r / k-f-r, “cubrir”, origen de un verbo del árabe preislámico que hacía referencia a las labores de la siembra. Por consiguiente, conforme a esta etimología, la palabra kāfir tendría la noción de “alguien que oculta o tapa algo” y en un contexto islámico “una persona que rechaza el Islam”, es decir “alguien que oculta la verdad”.
Según el DRAE un cafre es un “habitante de la antigua colonia inglesa de Cafrería, en Sudáfrica”. Los británicos utilizaron la palabra kaffir como un equivalente de pagano (heather) para referirse a los pueblos bantúes de África del Sur, de donde procede la manera de referirse por extensión a los negros de África meridional, con independencia del pueblo al que pertenecieran. Fue allí precisamente donde Mohandas Karandach Gandhi tomó conciencia de su condición de indio cuando un revisor de los ferrocarriles sudafricanos lo expulsó a patadas de un vagón de primera llamándolo kaffir.
En castellano la palabra no tiene connotaciones raciales ni se hace con ella referencia alguna al color de piel; la palabra se aplica a alguien “bárbaro”, “cruel”, “zafio”, “rústico”. Pero, ¿de dónde llegaron estas connotaciones al castellano, directamente desde el árabe o a través del portugués o el inglés? ¿Podría haber influido en esa especialización de la palabra las truculentas noticias de la prensa del XIX acerca de los enfrentamientos de los europeos con los nativos de África del Sur? Por el momento no tenemos respuesta a esta pregunta, pero seguiremos con nuestras pesquisas. Pero sin hacer el cafre.