Al-Magreb significa en árabe “crepúsculo” y “occidente”; además es el nombre en esta lengua del Reino de Marruecos y, en un sentido más amplio, del noroeste de África, Magreb Kebira (Marruecos, Argelia, Túnez). Otro topónimo cuyo origen es una palabra árabe que significa ‘occidente’ es Algarbe (en portugués Algarve, del árabe Al-Gharb Al-Andalus, “el occidente de al-Ándalus”).
Al-Maxreq podría traducirse como “oriente” y maxriqiyyun como “los orientales”, las gentes de Siria, Iraq y otros países de lo que comúnmente denominamos “Próximo Oriente”. Aunque el uso de Maxreq está mucho menos extendido que el de Magreb, se podría acuñar la palabra maxrequíes (siguiendo el modelo de iraquíes/magrebíes) para designar a los habitantes del Próximo Oriente, del mismo modo que magrebíes abarca a los habitantes de Marruecos, Argelia y Túnez.
El hebreo moderno adoptó el árabe maxriqiyyun y creó mizrahim para nombrar a los judíos procedentes de Oriente (en hebreo mitzrach significa “oriente”) como contrapunto de maghrebim, “occidentales” o “marroquíes”. Sin embargo, mucha gente —sobre todo en Israel—, considera que todos los judíos que no son askenazíes son sefardíes, con una lógica muy discutible, pues la mayor parte de los judíos mizrahimno tienen antepasados españoles o portugueses, que es lo que significa sefardí. razón de esta confusión estriba en que sefardí suele hacer referencia a los “judíos del rito sefardí” con independencia del origen geográfico o de la lengua que hablan o que hablaban sus ancestros (en el caso de los sefardíes en sentido estricto, el “judeoespañol”).
Askenazí, voz aceptada por el DRAE con esa ortografía, hace referencia a los judíos originarios de Europa central y septentrional. Procede en última instancia del hebreo ashkenazim, plural de Asquenaz (en la versión española Nacar-Colunga del Antiguo Testamento de la Biblioteca de Autores Cristianos), descendiente de Jafet, el hijo menor de Noé (Gen. 10.3). En la Edad Media Asquenaz fue el nombre que los judíos dieron a Alemania, de donde fue pasando a todas las lenguas europeas.
Antes de la llegada de los exiliados judeoespañoles y judeoportugueses a partir de finales del siglo XV, en el norte de África existían comunidades antiquísimas de judíos que hablaban el judeo-árabe y el judeo-bereber. Estos judíos eran conocidos por sus correligionarios como musta’rabim, “los que viven entre los árabes”, una palabra que en su versión española nos resulta familiar: mozárabes. Por su parte, los recién llegados de la Península Ibérica llamaron a los judíos que ya vivían en el norte de África “moriscos” o toshavim, “residentes”, al tiempo que ellos eran conocidos como morashim, “expulsados”.
En Palestina se denomina musta’rabim precisamente a los agentes de los servicios secretos israelíes infiltrados entre sus gentes. Estos agentes han recibido esa peligrosa encomienda porque pueden hacerse pasar por árabes, ya que conocen a la perfección la lengua árabe, sobre todo el árabe dialectal de Marruecos, pues de allí procede una de las comunidades más importantes de judíos llegados de la diáspora de los países árabes.
Como recordaba en uno de sus libros Juan Goytisolo, buen conocedor del árabe de Marruecos, en la Palestina de los territorios ocupados puede ser peligroso hablar el árabe con acento magrebí.