Antes de que las ciudades modernas establecieran los servicios de recogida de basuras como un servicio municipal, desde los suburbios donde estaban enclavados sus campamentos y sus chozas llegaban los traperos de madrugada a las grandes ciudades europeas –Madrid y París son las dos grandes referencias literarias y sociológicas–: personas dedicadas a retirar las basuras con sus carritos, tiradas por un burro o una mula. Este modesto negocio, el de los desperdicios de la urbe, se designó en nuestra lengua con el piadoso marbete de “trapero”, cuando no sólo eran trapos lo que trasegaban. Walter Benjamin en sus estudios sobre Baudelaire y en Los Pasajes de París analizó sociológica y estéticamente la categoría del trapero parisino, el chifonnier. El poema 105 de Las flores del mal, “Le vin des chifonniers”, de Charles Baudelaire está dedicado a los traperos.
Baudelaire y Benjamin tuvieron fascinación por estos “seres misteriosos”, los traperos, auténticos desechos de la gran ciudad. Benjamin vio en el trapero “la figuración provocativa de la miseria humana, el lumpen proletariado en el sentido literal”. La etimología de nuevo nos da pistas interesantes. Nos versaremos un poco en marxismo (de Carlos, no de Groucho). El Lumpemproletariat es un término acuñado por Marx y Engels en 1845 (en su libro Ideología alemana) y más tarde elaborado por Marx, sobre todo en El 18 de Brumario de Luis Napoleón, obra de 1852. Marx se refiere al Lumpemproletariat como “la escoria de todas las clases”, que incluía rufianes, mendigos, timadores, prostitutas, y otros desechos sociales entre los que se encontraban los traperos.
Según Marx, el Lumpenproletariat no tenía un motivo real para participar en la revolución y podía, de hecho, tener interés en preservar la estructura de clases existente, debido a que dependía habitualmente de la burguesía y de la aristocracia para su supervivencia cotidiana. Como les sucedió a los cocineros de los grandes aristócratas parisinos. Cuando sus amos perdieron la cabeza –muchos de ellos literalmente–, no les quedó otro remedio que reciclarse profesionalmente: ese fue el comienzo de los grandes restaurantes parisinos.
Marx, por lo ya dicho, consideró al Lumpenproletariat la fuerza contrarrevolucionaria por excelencia. ¿Y qué relación tiene todo esto con toda esta alucinación? Que Lumpen, en alemán, significa precisamente “trapo”, “andrajo”, por lo que Lumpenproletariat sería el “proletariado andrajoso” o el “proletariado de los trapos”. El mundo de los traperos, por tanto. Un mundo que fascinó a Baudelaire, a Walter Benjamin, a Baroja y a Solana. Y a Miguel Sánchez-Ostiz. Todos ellos peatones de París, y nuestros tres compatriotas peatones, además, de Madrid