La tercera acepción del DRAE del verbo escaquear nos dice que, con forma pronominal, significa «eludir una tarea y obligación en común». Escaquear es dividir algo en escaques; ese algo es el tablero del ajedrez, que cuenta con 64 casillas o «escaques» en las que han de plantear su batalla incruenta 32 piezas con diferentes formas de avanzar a lo largo y ancho del tablero. Escaquear, también, a propósito de una unidad militar, es «dispersarse de forma irregular», lo que ha dado en la acepción, propia del lenguaje coloquial, con la que hemos comenzado este artículo.
Escaque tiene por origen el nombre por excelencia del soberano en la antigua (y moderna) Persia, Shah. El término escaque llegó a nuestra lengua a través de los introductores del ajedrez en la España medieval, los árabes. En árabe hispano iššah (del árabe clásico šah) denominaba tanto a las casillas del tablero como al propio juego del ajedrez. El «juego de escaques» cruzó los Pirineos y pasó de la España medieval a la Francia Medieval, y por consiguiente de las lenguas iberrománicas a las galorrománicas, y de éstas al inglés medieval. Así, el término francés échecs, en francés medieval eschecs, plural de eschec, pasó al inglés como chess. El término francés para el movimiento clave del ajedrez, échec (eschecen francés medieval), procede de shah.
En castellano la evolución fonética de la palabra dio en nuestro «jaque», con sus variantes «jaque al rey» y «jaque mate», o la expresión «poner en jaque». El inglés medieval tomó prestado eschec del francés medieval y acuñó check. Volveremos a esta última palabra, pues ha tenido un interesante recorrido en español.
En castellano medieval convivieron los términos «juego de escaques» y «ajedrez» para denominar al mismo juego. En El libro de los juegos de Alfonso X encontramos açedrex. Al final acabaría imponiéndose esta última palabra, que, siguiendo el diccionario de Joan Corominas, viene del árabe hispano aššatrang o aššitrang, que, a través del árabe clásico šitrang y del persa čatrang, procede en última instancia de la lengua de los inventores del ajedrez, el sánscrito čaturanga, que significa «de cuatro miembros». Esta palabra probablemente hace referencia a los cuatro tipos de armamentos diferentes de ese ejército que constituyen las piezas del ajedrez: elefantes (las torres), caballería (los caballos), carros (los alfiles) e infantería (los peones).
La expresión árabe Shāh māt, «el rey no puede escapar», ha dado en el español «jaque mate», en francés échec et mat y en inglés checkmate. Es interesante recordar que échec en francés ha acabado significando «fracaso». A través de un complejo itinerario que viene de la noción de checking the king, check ha pasado a denominar en inglés un medio para asegurar la autenticidad o la exactitud de algo. De ahí provienen nuestro «chequeo», «chequear» y, por supuesto, «cheque».
El ajedrez que vino de Oriente, tras establecerse en la España medieval, cruzar los Pirineos y el Canal de la Mancha, acabó regresando a nuestro país en un nuevo y fecundo avatar. El mundo de los negocios puede considerarse como la guerra llevada a otro terreno. Y el ajedrez y su léxico constituyen una interesante metáfora de las profundas relaciones entre guerra, juego y negocios.
Otro curiosa evolución de la palabra, en inglés, es el hecho de que al ministro de hacienda de Su Graciosa Majestad se le denomine Chancellor of de Exchequer. Al parecer en tiempos pasados el responsable de la Hacienda Real tenía su sede en una sala con baldosas blancas y negras al modo de un tablero de ajedrez.
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