Queridos amigos:
Esta es la primera entrada de mi blog, cuyo título procede de un artículo que, junto a otros muchos que iré reuniendo en esta bitácora, publiqué hace ya varios años en la revista virtual Rinconete del Instituto Cervantes.
Un artículo al que tengo un especial cariño. ¿Por qué? porque contiene dos palabras que me gustan especialmente. En este año de conmemoración teresiana, de Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Jesús en religión, la palabra morada tiene un significado especial. La palabra melancolía, la enfermedad negra, siempre regida por el sol negro, la enfermedad europea por excelencia, ya tenía para mí desde hace muchos años un significado muy especial.
Comienzo, pues, hoy, 16 de abril de 2015 este mi blog, mi querido lector, mi semejante.
La palabra abdomen procede del verbo latino abdere, ‘ocultar’, que en este caso puede significar tanto «que oculta las vísceras» como «lo que es ocultado por la vestimenta». Al abdomen en griego se le denomina hypochondrion, neutro de hypochondrios, «lo que está debajo del cartílago», las costillas falsas. Chondros, ‘cartílago’, procede de la raíz indoeuropea *ghrendh-, ‘aplastar’. De esta raíz tenemos, a través del griego, hipocondría, y a través del latín: freno, fresa y refrán, derivados del verbo frendere, palabras en las que se conserva la noción de «aplastar» de la raíz indoeuropea.
Hipocondríaco designa en nuestra lengua al que padece hipocondría: «afección caracterizada por una gran sensibilidad del sistema nervioso con tristeza habitual y preocupación constante y angustiosa por la salud», según la definición del DRAE, en claro homenaje a la teoría médica grecorromana que ubicaba en el abdomen o hypochondrion los órganos que producían o determinaban los diferentes caracteres.
Para los antiguos griegos y romanos las vísceras que se hallaban debajo del esternón (noción griega) y eran ocultadas por el abdomen (noción latina) constituían la morada de la melancolía, etimológicamente la «bilis negra». Un exceso de este fluido corporal o bilis, según las teorías de los cuatro humores de Hipócrates y Galeno, traía consigo un carácter melancólico. Los otros tres humores eran, recordemos, el flemático, el colérico y el sanguíneo.
El nombre latino de la melancolía es atra bilis, ‘bilis negra’, un evidente calco semántico del griego. La glándula que segrega esta bilis es el bazo, y su nombre en francés y en inglés, spleen (del griego splen), hace referencia a estados de tristeza pensativa; una manera más de denominar a la melancolía, en este caso nombrando al órgano que la genera.
En nuestra lengua, de acuerdo con la 1ª acepción del DRAE, atrabiliario significa «de genio destemplado y violento»; sin embargo su etimología es la misma que la de melancólico: «relativo a la atrabilis», esto es, la bilis negra o melancolía. Es interesante este deslizamiento semántico desde la noción de «tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada» a la de «genio destemplado y violento». Pocos son los que asocian un carácter «atrabiliario» con la melancolía en vez de con la irritabilidad.
Otra manera de denominar a la moradora del abdomen es acedía (se puede escribir también acedia), palabra procedente del latín acedĭa, que a su vez viene del griego akedía («sin cuidado o preocupación»). Este concepto denota en español «pereza, flojedad» y «tristeza y angustia». El campo semántico de la melancolía en nuestra lengua es, como podemos ver, rico y complejo: melancolía, atrabilis, acedía, las tres siempre residentes en las entretelas inferiores.
Durero en su grabado alegórico titulado Melencolia I no representa a ésta como una aflicción depresiva, sino como un estado de espera de la inspiración, tal vez una señal del creciente culto literario que desde la Reforma se ha rendido a la melancolía.
El personaje emblemático en la literatura europea de esta nueva visión de la melancolía fue el príncipe danés Hamlet. Desde la Reforma a Baudelaire y su Spleen de París un nuevo fantasma recorrió Europa, pero siempre encastillado en el abdomen.
Me parece muy interesante comprobar lo que cambia el mundo y lo poco que hemos cambiado las personas. Somos practicamente iguales que aquellas de los tiempos de los griegos , cuándo la cólera, la flema y la melancolía eran identificadas como las materias con las que se moldeaban las personalidades. Hoy es la melancolía la que prima. La sociedad sufre de una especie de hipertrofia de bazo y con ello de abundante producción de “bilis negra”. Y eso aquí, no se cura con la extirpación de dicho órgano. Habrá que buscar otras terapias. Didáctica, interesante. Me ha gustado mucho.
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Quizá estos versos tengan
relación con la melancolía en alguna de sus manifestaciones
DE VITA BEATA
En un viejo país ineficiente,/
algo así como España entre dos guerras/ civiles, en un pueblo junto al mar,/
poseer una casa y poca hacienda/y memoria ninguna.
No leer,/no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,/y vivir como un noble arruinado/
entre las ruinas de mi inteligencia.
Jaime Gil de Biedma
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Pues no sé. De vita beata es puro gozo del que se retira a su predio. Secessus in villam, lo llamaban los latinos.
A mí siempre me recuerda al Quevedo de
DESDE LA TORRE
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.
Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.
Las grandes almas, que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadoras,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la emprenta.
En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
Gracias, Pick.
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